El océano al final del camino es una novela sobre la validez de los recuerdos, la magia y la supervivencia; sobre el poder de la imaginación y la oscuridad que hay dentro de cada uno de nosotros.
Un hombre vuelve a la zona donde vivió hace cuarenta años para asistir a un funeral. En un arranque incomprensible e inesperado, decide acercarse a la casa de su amiga de la infancia, Lettie. Y es ahí donde los recuerdos que no sabía que tenía empiezan a fluir, como el océano que Lettie insistía que era, en realidad, su estanque. La memoria se mezcla con la fantasía mientras el protagonista nos cuenta un viaje imposible, en un mundo que puede o no existir, repleto de monstruos imaginarios que se hacen reales en el relato de ese niño de siete años. Tan reales como los monstruos que los adultos sí podemos entender y temer, y ante los que la única defensa con la que cuenta el niño son las tres extravagantes mujeres que viven al final del camino
Saga: No
Autor: Neil Gaiman
Traducción: Mónica Faerna
Páginas: 236
Editorial: Rocaeditorial
Edición: Tapa blanda
Precio: $150
Es Neil Gaiman. Por defecto, sé que obtendré una muy buena historia contada de forma original, de esas que me atraen por ser tan personales y universales a la vez. En esta ocasión, compré el libro por el autor, junto con el más infantil "El galáctico, práctico y alienígena viaje de mi padre", y si bien tardé en leer este, al fin pude hacerlo.
No fui un niño feliz, aunque en ocasiones estaba contento. Vivía en los libros más que en cualquier otra parte.
Y mira que es raro.
Quería contarle a alguien (...) pero no sabía a quién. Conocía a los adultos lo bastante como para saber que si les contaba lo que me había sucedido no me creerían. De todos modos, los adultos raras vez me creían cuando contaba la verdad. ¿Por qué iban a creer algo tan insólito?
El libro narra cómo un hombre, vagando sin rumbo luego de la muerte de su madre, vuelve a una casa en la que estuvo en su niñez, a la que no había recordado en décadas. Allí, empieza a recordar las aventuras que tuvo de niño, a los siete años, poco después de su terrible séptimo cumpleaños en donde nadie vino a su fiesta. Se encuentra con una familia de tres mujeres, una más especial que la otra, que poseen un "océano" al final del camino, a primera vista, un simple estanque.
-¿Cuántos años tienes?- le pregunté.
-Once.
Me quedé pensando un momento. A continuación pregunté.
-¿Y hace cuánto que tienes once años?
Lettie me sonrió.
(Así es como se usa ese diálogo, Mayer. Aprende de los maestros.)
Por supuesto, siendo Neil Gaiman, las cosas raras comienzan a mostrarse rápido: un simple gusano es, en realidad. una pulga, por ejemplo, y causará estragos en la familia del protagonista. El pobre muchacho, de siete escasos años, sabe que hay diferencias entre adultos y niños, aunque sean algo peculiares, cuasi filosóficas a veces.
Los adultos siguen caminos. Los niños exploran.
La historia es fácil de seguir, y que esté narrada por un niño de siete años no sólo muestra el clásico punto de vista de situaciones que un adulto comprende y un niño no, sino que también nos muestra cómo ve el mundo ese niño. Y las extrañas formas de ver el mundo que tienen las Hempstock, quizás porque viven en una realidad algo diferente a la clásica.
Me sentía seguro. Era como si la esencia de la abuelidad estuviese condensada en aquél lugar, en aquél instante.
Hay escenas terribles, escenas de miedo, tanto adulto como de esos que tienen los niños. Y hay escenas pintadas con una paleta algo distinta a la que estamos acostumbradas a ver. La historia que se desarrolla en estas páginas es colorida a su manera, tanto en personajes como en situaciones, y da la sensación de decir mucho con pocas palabras.
No extraño ser un niño, pero extraño el placer que me producían las pequeñas cosas, por más que las cosas importantes se estuviesen desmoronando. No podía controlar el mundo en el que vivía,no podía huir de las cosas, la gente o los momentos que me lastimaban, pero disfrutaba como una bestia de lo que me hacía feliz.
Nota final: 8.5/10
0 comentarios:
Publicar un comentario