Es una idea larga, de ésas que los cuentos no pueden resumir ni contar en su totalidad. El formato de libro era lo más indicado para desarrollarla, y eso hice, allá por mis tiernos quince años. Las horas pasaban tecleando palabras, delineando y nutriendo esa idea. Cambiado cosas, agregando detalles, creando personajes y situaciones.
Escribí ese libro, al menos, cuatro veces.
- En la primera versión, había una amiga romaní e incluía palabras en caló.
- En la segunda versión, incluí a un muchacho con habilidades similares pero opuestas a la de la protagonista. Usaba el calendario judío, porque quería que ese muchacho lo fuese.
- En la tercera versión, saqué a los dos personajes anteriores e incluí a una muchacha con habilidades y poderes reprimidos por sus padres, y con interés romántico en la protagonista.
- En la cuarta (no sé si última) versión, cambié la idea de base pero no su centro: de fantasía moderna a una historia que podía verse como ciencia ficción, al menos de forma parcial.
Y la historia continúa.
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