Un mes en donde la rutina de escribir dio paso, poco a poco, a una historia completamente diferente a la que esperaba completar.
Historia que aún no he terminado, ya que le faltan un par de capítulos, pero que al final está delineada. Ya sé qué pasa en esa historia. Sé que pasó y qué va a pasar. El slice of life nunca fue lo mío, así de simple, y las realidades distintas pueden mezclarse con lógica en una extraña mezcla que tiene sentido. Le añadí una fobia, le resté una hermana y un hermano a la protagonista, y la historia comenzó a fluir, a tomar forma, a dejar atrás esa novela de cuarenta mil palabras que empecé hace dos meses y que nada tenía que ver con esta nueva de NaNoWriMo. Mundos diferentes, motivos diferentes, y la protagonista no es más u calco del de mi novela del NaNoWriMo del 2013. Ahora tiene su propia personalidad, su propio mundo (bueno, más de uno), y si bien podría haberlo hecho para que sea el inicio de una saga, preferí dejarlo así. Ready player one podría haber sido trilogía, pero Ernest Cline nos dio un solo tomo, unitario, delicioso e inolvidable. No alargaré algo que bien puede funcionar como tomo único y como tal fue pensado.Había días en que no quería escribir, de hecho cedí un día y no me importó. Tampoco me importa el haber validado mi novela en el último día, porque de nada sirve validarla a los veinte días si no estás satisfecha con ese primer borrador. Es mi novela y a mi ritmo voy, y la terminaré en unas semanas más, como mucho. Enero y Febrero serán para reescribir, editar y revisar, entre mesas de exámenes y encargos de mis empleadores.
Así que, ahora puedo decir: misión cumplida.
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