En la mañana de este soleado veintiuno de Noviembre, he llegado, y superado, a la suma total de cuarenta y cinco mil palabras.
"Tinta china sobre papiro" ha cambiado desde la primera vez que la idea se me pasó por la cabeza, o desde que le dí voz en un de esas partidas de rol de los domingos, en donde la creatividad del grupo resulta en un estímulo a la creatividad e imaginación propia. Incluí personajes, eliminé otros, hubo momentos en los que ni llegué al mínimo de palabras por el día, y otros, más escasos, en donde escribí el doble de lo normal, o tres veces el mínimo diario, que es lo mismo. Los personajes cambiaron de aspecto, evolucionaron, cobraron vida propia. Y empezaron a jugar entre ellos.
Oh, por Monesvol, esta inyección de adrenalina, las metas del evento, y las que yo misma me he impuesto, eran lo que necesitaba. Este borrador de la novela será completada, pulida y enviada a algún concurso, o publicada para ebooks. Es algo raro que yo escriba algo con apenas dos pizcas de fantasía, al punto que podría suceder en la realidad. Puede que sea eso que haga que una persona descubra que hay libros que son más que un simple volumen de hojas cosidas, o un montón de ceros y unos en un disco duro. Leer es una de las cosas más cercanas a la magia que existen en este mundo. Escribamos. Leamos. Hagamos que el árbol florezca y de frutos, que brote en otras mentes y crezcan otros árboles.
Que siga la magia.
Y a por las cincuenta mil palabras antes del fin de semana.
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